domingo, 26 de abril de 2015

La mente es el nombre más común del fenómeno emergente que es responsable del entendimiento, la capacidad de crear pensamientos, la creatividad, el aprendizaje, el raciocinio, la percepción, la emoción, la memoria, la imaginación y la voluntad, y otras habilidades cognitivas.
La mente integra diversas facultades del cerebro que permite reunir información, razonar y extraer conclusiones.
La mente tiene tres tipos de procesos: los conscientes, los inconscientes y los procedimentales. También abarca funciones no intelectuales, funciones afectivas. Estudios de laboratorio sugieren la idea de que la mente es un resultado de la actividad del cerebro, por poder localizar la actividad pensante del individuo en regiones concretas, tales como el hipocampo. Los neurólogos confirman que, al interaccionar las diferentes regiones, el individuo puede manifestar estados polarizados de su personalidad. Gracias a estos descubrimientos se ha podido avanzar enpsicofarmacología, por ejemplo en los denominados antidepresivos' que afectan la producción de la serotonina en el cerebro. Es todavía debatido si el uso ocasiona adicción y otros efectos negativos como la reprensión y marginalización de la función emocional de la persona.
Como objeto de estudio, la mente ha sido tratada por la psicología desde sus inicios, y su conceptualización está presente en casi todas las teorías psicológicas.

Uno de los problemas más apasionantes de la Ciencia actual, y en especial de aquellas de sus ramas que se dedican al estudio del Ser Humano, es el de la estructura y función de la Mente. Como en todos los problemas, hay que empezar por demostrar que existe, para luego continuar por formularlos, explicarlos y, si es posible, resolverlos. Veamos el primer punto: 

¿Existe el problema de la mente?. Los avances extraordinarios del pensamiento positivista del siglo XIX, con las grandes revoluciones en Física, en Biología, y en las demás Ciencias de la Naturaleza, han potenciado posturas radicales con respecto al problema de la mente, tales como negarlo por completo, cosa que harán los conductistas primitivos, o quitarle importancia, como harán, sobre todo, los estudiosos exclusivos de las neurociencias. Los militantes del primer grupo resumen su postura en la afirmación de que lo que llamamos estados y procesos mentales simplemente no existen, y que lo único necesario para explicar totalmente el fenómeno humano es la observación simple de su comportamiento. El argumento principal de la línea dura de conductismo, que se inicia con Watson en los años 20, es que la conducta de un organismo no tiene causas mentales, sino que es la consecuencia de o la respuesta a los estímulos que recibe. Este concepto ciertamente práctico desde el punto de vista de la investigación experimental, ha permitido avances notables en la formulación de leyes que regulan las relaciones causales entre estímulos y respuestas, así como el desarrollo de técnicas tan importantes en psicología animal como el condicionamiento operante o instrumental. Contrasta esta ideología con la experiencia corriente de la gente normal, que acepta la existencia de su mente como un dato obvio de la realidad cotidiana. Todos sabemos que pensamos, que sentimos, que queremos, y todos consideramos, normalmente, estas funciones como procesos, estados, o manifestaciones mentales. Es difícil, excepto en estados patológicos, o en situaciones muy simples, adscribir toda la conducta humana al circuito estímulo-respuesta, sin contar con la intervención de procesos selectivos.

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